Despierto.

La
peor
pesadilla
del
hombre
es
su
despertar.









Frío. La habitación está en penumbra a excepción del capricho de las luces y sombras azuladas que vomita el televisor; en su pantalla no hay imágenes, sólo nieve. Y ya no sé si es noche o madrugada lo que hay tras esa ventana. El viento furioso e inclemente del invierno golpea los cristales con la determinación de un cleptómano que quiere entrar para robar letargos, y las ramas de los árboles arañan el cielo con una canción semejante al crepitar del fuego. Me levanto del sufrido sillón al compás del crujir de un tropel de huesos y apago el televisor. El silencio que le sigue es ruido ensuciado para mis oídos.
El termostato marca 23 grados, golpeteo la pantalla con el dedo pero no está roto, a mis espaldas Bóreas silba una grotesca melodía con burla. Me arrastro hasta mi cuarto con pesadez y me apoyo en el quicio de la puerta para observarla. Duerme, serena y bella en su lado de la cama, con la inocencia de una niña que no sabe nada del mundo en el que vive y la tranquilidad del que vive sabiéndose inocente del crimen del mundo. La ciudad casi no deja ver las estrellas en el firmamento, pero hay luna llena y sus rayos se escurren entre el polvo y el cristal de la noche. El haz blanco de luz acaricia su silueta sin tocarla, dibujando el contorno de su pecho, la ternura de sus caderas y la curvatura suave de su espalda. Las sábanas se enredan entre su aliento y consiguen retratar el movimiento acompasado de su respiración sin estropearla.
La cubro con una manta tratando de no despertarla y me echo a su lado con cuidado. Ella se mueve y sin abrir los ojos suelta todo el aire en un suspiro. Por la expresión de su cara parece que esté teniendo una pesadilla. Murmura algo que no logro comprender.
—Cariño, vuélvete a dormir —le digo mientras le aparto un mechón de la cara.
Abre los ojos y me mira perdida. Le brillan las pupilas.
—Tengo frío —susurra de nuevo— No te vayas.
—Estoy aquí.
La abrazo. Está tibia pero tiembla. Cuando se vuelve a dormir hundo mi nariz en el perfume de su pelo, cierro los ojos, y me abandono yo también al sueño…


*****


Despierto.
El viento sacude las ventanas sin tregua. Son las cuatro y once minutos de la noche y los ojos me pesan como si no hubiera dormido nada.
Frío. Ella está inmóvil entre mis brazos. Me separo de su cuerpo y la contemplo dormir. Callo y no escucho más que a Bóreas gritar. Miro y no veo más que su piel de alabastro recortarse contra las sábanas, que ya no se mueven al compás de su respiración. Pongo mi mano en su hombro y la llamo. Fría. No contesta. Le doy la vuelta, su cuerpo rueda por inercia hacia mí y sus ojos abiertos me atraviesan sin ver. Ya no le brillan las pupilas…

Comentarios

  1. inquietante, por cierto enhorabuena por los premios

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  2. Ohh, pobrecita :(
    ¿Qué le abrá pasado? ¿Cuáles serán sus pesadillas?

    saludos!

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  3. "Estoy aquí."
    Me gustan esas dos palabras,son apoyo,como tu piel o tus manos temblorosas por los nervios.
    Pareces extremadamente fuerte en tus textos,pero si alguien te mira de verdad,te mira al corazón y no a los ojos..
    Se te ve más frágil.
    Que en un abrazo te digan que eres un peluche tiene mucho más de lo aparente.
    Tu dijiste que las letras nunca se colocaban al azar.
    ..Snmbammpag.
    ¿Cómo hacer que grites?

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  4. Como ese haz blanco de luz, que dibuja sin tocar... Despertar así encierra toda la tragedia de lo inevitabe.
    Me cae simpático el pez negro, lo he visto intentando... "pecearse" a uno de los amarillos.
    Un besso.

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  5. Tienes toda la razón. Soy uno de tus seguidores en tu Blog, y de verdad, LAS PALABRAS SON TU DEBILIDAD. Enhorabuena, sigue así. Qué gusto le daría ver esto a Shakespeare. Cuídate mucho, REINA DE LAS PALABRAS!

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  6. Simplemente bueno y delicado, como el frio y la noche que se la llevaron...WoW, sigue escribiendo cosas asi

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  7. que intriga!
    me gusta como escribes^^

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  8. vaya... menudo bajón con el despertar. Yo me he levantado hace un rato, he leído esto y ya me deprime a medias.

    Me ha gustado como lo has tratado, como suele ser habitual. Pero me ha dado mucha pena.

    Me encanta la frase que encabeza el texto, especialmente.

    Lázaro

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