La fuerza de la costumbre



Busco la explicación de tu mano en mi garganta, al igual que busco el oxígeno de lo lejano en mi memoria. Me he acostumbrado a lo que no sólo no llega, sino que también se marcha. A tu sonrisa, al chute de esperanza, a la dosis exacta, al par de micras, a la falta. Me he acostumbrado a seguirte por no estirar el cuello, que es cosa de cisnes. A la falta de sexo, a no poder girar la cabeza hacia el que me viene, hacia el que me llama. Me he acostumbrado a la cera en mi saliva, a lo ígneo en cualquier palabra, a la falta de voz, a no decir nada. Me he acostumbrado a la fuerza de tu brazo, a que la uses con costumbre, a la fuerza de la costumbre. A la asfixia precisa, a la presión constante, a vivir respirando poquito para que no me ahogue en el aire. Al tacto de tu mano dactilándome las venas, a la cadencia de tu sombra que no cesa. Me he acostumbrado a tu presencia del mismo modo que un preso se acostumbra al tintinear de las llaves de un guardia. Me he acostumbrado a no ver la libertad y sólo escucharla. Es un sonido reconfortante y lejano.
Reconfortante
















































pero lejano.

Comentarios

  1. Qué facil es acostumbrarse a lo insano.. eso sí, deja de buscar explicación.
    Reconfortante y lejano, un beso.

    ResponderEliminar
  2. La mano siempre es rehén de la belleza.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario