Autosuficiencia





Mientras el enfermero me sacaba sangre una anciana se ha acercado acompañada de su hijo. El enfermero la ha saludado como quien saluda a un viejo compañero de la mili: a gritos.

—¡Hombre, Emilia! ¿Cómo está usted?
—Bien, bien —contesta distraída mientras se sitúa a mi lado a pasos costosos— ¿Me siento aquí?
Me señala con un dedo huesudo y tembloroso. El enfermero todavía sigue buscándome la vena y se ríe.
—Mujer, espere a que acabe con esta bella jovencita y estoy con usted. ¿Qué tal en el pueblo?
—A las ocho tenía yo, sí.
El enfermero levanta la voz:
—¡Que qué tal en el pueblo, señora!
—Pronto, muy pronto.
El enfermero le hace algunas preguntas más, pero la anciana, distraída, lanza respuestas aleatorias mientras me mira fijamente, esperando impaciente a que me levante de la silla para sentarse. La aguja ya está dentro y voy por el primer tubo.
—¿Cuántos años tiene? —pregunta el enfermero al hijo de la anciana.
—¡Noventa y cuatro! —contesta el hijo con orgullo— ¡y los que le quedan! Ha venido por su propio pie.
—¡Qué barbaridad! Y mire cómo está. Su madre es una mujer durísima.
—Y no vea usted cómo camina. Todavía lee y se entera de política. Y lleva la casa.
El enfermero me cambia el primer tubo por el segundo sin mirar siquiera, la aguja se mueve dolorosamente dentro de mi brazo antes de que la sangre empiece a subir.
—¿Pero vive sola? —pregunta boquiabierto.
—Sí, sí, hace todo ella sola. A veces viene una mujer a ayudarla con las tareas más pesadas, pero ella solita lo hace todo, y no nos da ningún problema.
Mi sangre burbujea. La anciana sigue mirándome y sonríe de vez en cuando como si se enterara de algo. Cuando se dispone a hablar otra vez nadie la escucha. Tanto el enfermero como su hijo siguen con las alabanzas, parece que estén hablando de un coche.
—Bueno esto ya está, linda, aprieta fuerte que no te salga moratón. ¡Emilia, ya puede sentarse, a ver ese brazo!
Yo salgo por la puerta cagando leches y apretándome fuerte.
Qué innecesario énfasis se pone en las alabanzas del crío que crece, aprende y es obediente.
Qué piadosa sorpresa encierran las alabanzas del anciano que no desaprende, que es autosuficiente y que sobrevive.

Por mucho que apretara me ha salido moratón

Comentarios

  1. No deberías ser tan "dura" contigo misma... bella jovencita, linda....

    Leyendo el principio de la tercera línea se deduce que la anciana en realidad es un travesti.

    Pero no me quejo bella jovencita.
    Al menos respira bien y no tiene los pulmones encharcados.

    Besos Doña Modesta.

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  2. jaja no hagas caso a XAVI ( TORO) es así solo los miércoles y sábados, el resto de los días suele ser menos sarcástico y extremadamente amable bella jovencita ;)

    Me ha gustado como lo has contado y la sensación o conclusión o lo que sea que has dicho al final de lo duro que debe ser envejecer.. o mejor dicho, ser de facto un anciano. Me pregunto por qué repetimos los mismos absurdos comportamientos al principio y al final de la vida de la gente. A los niños les tratamos como imbéciles de peques... les hablamos poniendo caras, muecas y voces de alelados suponiendo ponernos así a sus nivel..( quedamos siempre por debajo ; a los ancianos igual, a grito pelado o tratándoles de cortitos por norma ... ¿ nadie trata a la gente con normalidad al margen de su pinta o edad ? va a ser que no. Yo soy esa anciana y me pondría pegada a la oreja del enfermero a contarle a grito pelado lo que se supone ha preguntado y no le interesa lo más mínimo... en lugar de camarero la siguiente te sientas en la camilla y le gritas enfermeroooooooo ;)


    Gracias, de veda un placer leerte .. te llevo a mi casa ya mismo ;)


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  3. A mi cada extracción de sangre que me hacen es una carnicería jajaja me vuelvo llena de morados por todo el brazo .. a veces en los dos. No tengo venas .. tengo hilillos ;)

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