Nulla dies sine linea



Me he propuesto escribir todos los días, haga sol o truene, todos los días un poquito.
Reclamar el todo como los muertos de Bukowski o boquearle a la nada como lo hacía Panero, con reverencia. El caso es escribir. ¿El motivo? También. Ya no sé la finalidad, hace tiempo que dejé de pensar en la finalidad, por muy atractivo que parezca su contoneo de caderas y segura la senda y su voz finita. Escribir sobre lo escrito puede ser tanto un ejercicio de hermenéutica como de supervivencia. ¿Así metayó es ser sobre uno mismo o también lo podemos llamar metavivencia?
La finalidad va intrínseca en la palabra pero no va de eso, no. Esto va de plasmar la sangre igual que lo hacían las cuevas, o de sondar al propio alimento con ayuda de una espátula. Esto va de volverse adicto siendo droga, y de meterse y remeterse. Va de mí, por una vez, no de ellos. Me he propuesto llenarlo todo de orillas, de hacer algo que malverse el fondo y trate la duda, todos los días un poquito, como un ritual. Tengo tanta mierda que parece hasta bonito, y no bastará un golpe de cursor cuando muera, tendrán que ser años, toda una vida, y será tan pesado que desistirán enseguida porque no será finito sino un animal espiando el pecado. Mi pecado.
Me he pospuesto para escribir todos los días, haga sol o truene, llevando de reloj una brújula. No quiero saber nada del tiempo, demasiado sideral, no llego tan lejos ni lo pretendo. Yo misma me he colocado sobre esta aguja para viajar, y me voy pinchando con ella de vez en cuando. Parece que no tiene sentido pero lo tiene, de verdad, escribir todos los días un poquito. Así superviven los tristes: ojos que no leen, corazón que no teme; manos que no escriben, con razón se detienen.

Comentarios

  1. Todos los días, un poquito... no hay mejor manera de acabar el día. Besos.

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