—Vamos a jugar a un juego. Si ganas tú, te invito a una
copa; si gano yo, me das un beso.
—Te propongo yo otra cosa: ¿Por que no me dejas a mí elegir lo que quiero si gano?
—Vale, es justo. ¿Qué quieres?
—Un beso.
—Entonces nos podemos ahorrar el j...
Quizás la intención de los dos besos no fuera la misma... En ese caso caso, tal vez el propósito del juego vuelva a tener sentido
ResponderEliminar:) jajajaa me gustó, me gustan las apuestas seguras. Saludos.
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