El Zanglagan




Un charco de sol bañó las costas desoladas de Moynaq cuando despuntaba el atardecer. El oleaje del Aral rompía contra el casco del barco Zanglagan con saliva y espuma, como un perro con la rabia. Aferrado al timón con manos callosas, Chavdar —más conocido como el Capitán Chav— gritaba órdenes a sus camaradas:
—¡Arriad velas! ¡Azocad cabos! ¡Filad las cosas esas!
Kamen, que era el más fuerte, corría de babor a estribor enredándose entre las cuerdas; Boyko, que era el más cobarde, escrutaba el horizonte con temor:
—Van a venir a por nosotros, nos van a pillar.
—Pues les haremos frente —contestó Chav con determinación—, los piratas no huyen, luchan hasta el final. Kamen, vigila .
Kamen pasó una cuerda por la culebrilla del mástil y trepó hasta la parte más alta. Una vez allí, con los pies descalzos en equilibrio sobre la madera astillada, se protegió los ojos con la mano y escrutó el horizonte.
—¡Ya vienen! ¡A estribor por barlovento! gritó.
Chav cogió su catalejo, que era un trozo de vidrio, y observó las borrosas siluetas que se acercaban.
Son ellos, sin duda murmuró para sí—. ¡Todos a sus puestos! ¡Echad el ancla! ¡Preparad los cañones! ¡Orzad las cosas esas!
El barco Zanglagan crujió un lamento cuando los muchachos corrieron de un lado a otro con piedras  en los bolsillos. Tomaron posiciones, y al grito de “Yong'in”, comenzaron a arrojar la artillería por la borda. Los enemigos, enfurecidos, se acercaban al barco esquivando piedras y amenazando castigo con el puño en alto. Subieron por la escala de tojino sin que la tripulación del Zanglagan pudiera hacer nada para impedirlo.
—Nos van a coger, estamos perdidos —sollozaba Boyko.
—Ha sido un honor navegar y luchar a vuestro lado, camaradas —dijo Chav con solemnidad, dejando caer las piedras al suelo.
Los enemigos llegaron hasta ellos y repartieron collejas entre los chiquillos, que se quejaban resignados.
—¿Cuántas veces os hemos dicho que no subáis aquí? ¡Puede ser peligroso, ahmoqlar! Anda, tirad para casa si no queréis morir a palos —gritó enfadada la madre de Chav.
Los niños agacharon la cabeza y acompañaron a sus padres hasta el pueblo. La noche engulló lentamente las entrañas oxidadas del Zanglagan, que descansaba varado en la arena, lleno de historias y jubilado de sueños con sabor a sal.

Comentarios

  1. El mar de Aral acabó convertido en desierto por una serie de políticas ineficaces. Eran tiempos de pasarse el medio ambiente por el forro y en un régimen totalitario, donde no hay espacio para la discrepancia, peor aún. Es sobrecogedor ver las fotografías vía satélite, con la evolución hasta la actualidad. No es que ahora estemos para tirar cohetes, pero al menos a esos niños que juegan al abordaje me transmiten cierta esperanza.

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