Café nostalgia
Vivir
es lo que me inhibe vivir con despreocupación, porque yo vivo todo
con un exceso de sensaciones. Me agrada que el sol penetre en mi piel
hasta que los poros se abran en condenadas ampollas, disfruto que el
mar arrugue mi carne con sus olas como navajas saladas, que el aire
produzca infección en mis lagrimales y el pus se endurezca en
legañas o postillas, disfruto tragar polvo, sentir en mi garganta el
cosquilleo del alto nivel de polución. Y claro, vivir de esa manera
tan física, tan trascendental, me aniquila; entonces me refugio en
los libros. Leer me impulsa a leer. La lectura es la señal de que
aún poseo inocencia, de que todavía puedo preguntar. Preguntar, ¿a
quién? Cuando voy por la mitad de un libro por fin dejo de ser yo.
Porque leyendo sueño. Pero leer, soñar y besar en los labios es
vivir con mi yo, dentro de mi yo. Aprecio la melancolía del yo.
Existe una extraña seducción entre tu yo y el mío, entre el yo de
aquel que por convencionalismos morales o traumas sociales restará
importancia al yo íntimo del otro. Leer es lo único que puede hacer
coincidir las soledades sin que nuestro ego predomine por encima de
las épocas, los sitios, las costumbres del otro. Aceptar al prójimo
no es lo mismo que tolerarlo, es una verdad de Perogrullo que hemos
desdeñado demasiado aprisa. En el verbo tolerar está implícita la
censura. Todavía el hecho de leer permite, aunque a duras penas, a
causa de constituir una vivencia cultural, la aceptación del otro, y
en el más afortunado e inteligente de los casos mezclarlo con el
nuestro. Aceptamos el miedo a la muerte, el cual asumimos como un
suceso culto.
Por eso te leo...
ResponderEliminarVivir así es emocionante.
Refugiarse en los libros es una buena idea.
ResponderEliminarAsí se viven más vidas.
Censúrame intolerablemente con un verbo pleno de amor, en el amor también está implícita la tragedia.
ResponderEliminarYo también vivo en el mundo de las sensaciones.-
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